A veces me pregunto, qué hago aquí. Solo, tan lejos de mi familia, tan lejos de todo. Viviendo con personas que hace solo unas semanas ni conocía. En un país donde todo es tan pobre y tan diferente. Supongo que esa reflexión es parte de la aventura. Siempre valoré de mí, la positividad con la que intento hacer frente a las situaciones difíciles y la capacidad de adaptarme a cualquier lugar. Pero aquí las cosas no son fáciles y a veces eso no es suficiente. Tus sentidos no dejan de recoger y almacenar cada día imágenes, conversaciones y situaciones muy duras que poco a poco van ahondando y haciéndote más débil y sensible. Estar con ellos a diario me hace reír, disfrutar como nunca del deporte, de la música, valorar muchas cosas. Pero el ver desde tan cerca realidades tan injustas también me hace sufrir y cruzar ríos de angustia e impotencia que hacen difícil no ahogarse.
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